viernes, 11 de julio de 2008

Románico lombardo en Castilla

En el siglo X llegan a la Península Ibérica los primeros ejemplos de lo que a la postre se ha dado en llamar "Primer románico" o "Románico lombardo". Como el propio término ya nos indica, esos templos de nueva planta van a reproducir las formas que, paralelamente, se estaban ensayando en el norte de la actual Italia, zona que comprendía los antiguos territorios ocupados por el pueblo longobardo.

Así pues, y a partir del modelo paradigmático de San Pietro de Agliate, erigida en torno al año 875, se dispara la construcción de iglesias cristianas en la Lombardía italiana, extendiéndose hacia el sur del reino de los francos y a la Marca Hispánica, lugar en donde el fenómeno alcanzará su punto álgido. De hecho, el conjunto de las iglesias de este incipiente románico situadas en el Valle del Boi son, desde el año 2000, Patrimonio de la Humanidad.

Pero, como el título de la entrada parece presagiar, mi intención no es hablar de la norma; esto, es, de esos magníficos ejemplos del hoy llamado románico catalán y aragonés. Al contrario, voy a hablar de las excepciones. Y es que en medio de la nada, en plena llanura de la Castilla más seca, podemos encontrar ejemplos que beben directamente de ese románico lombardo oriundo del noreste peninsular.

Ábside de la ermita de S. Pelayo, Perazancas de Ojeda (Palencia)

A bote pronto nos puede venir a la memoria el que quizá es reconocido como paradigma del lombardismo castellano: el templo de Ntra. Sra. de la Anunciada de Urueña, en Valladolid, datada en los años finales del s. XI o en los primeros del XII. En ella se aprecian algunas de las aportaciones que fácilmente relacionamos con ese primer románico. En primer lugar, la profusión de arquerías ciegas y lesenas en los paramentos externos del templo como elementos claramente ornamentales. Por otro lado, el empleo como material constructivo del sillarejo.

De construcción casi paralela es la ermita palentina de S. Pelayo, en el término municipal de Perazancas de Ojeda. Una inscripción parece datarla en torno al año 1076, lo que probablemente la convertiría en el más antiguo de los dispersos ejemplos del románico lombardo en tierras de Castilla. Como todos los casos que trataré a partir de ahora, el interés principal reside en el ábside del conjunto, en el que se puede apreciar, bajo la línea de ajedrezado y la de estrías, una cornisa de arcaicos arquillos ciegos y adovelados y, dividiendo la cabecera en cinco paños, una serie de columnas.

Ábside de la iglesia de la Asunción de Ntra. Sra., Pinillos de Esgueva, (Burgos)

Ábside de la ermita de la Virgen de S. Salvador, Santibáñez de Esgueva, (Burgos)

Existen otros ejemplos de claro gusto lombardo, aunque ya ciertamente anacrónicos por la cronología a la que se adscriben (s. XII, en algunos casos bien avanzado). A continuación traeré a colación dos parejas de ejemplos. La primera de ellas la hallamos en Burgos, y más concretamente en dos poblaciones vecinas: Santibáñez de Esgueva (ermita de la Virgen de S. Salvador) y Pinillos de Esgueva (iglesia de la Asunción). Ambas parecen proceder de las mismas manos, pues comparten el esquema de arquillos ciegos alternativamente sobre ménsulas o columnas con capiteles predominantemente vegetales (las excepciones son la nereida de cola bífida de Santibáñez y el capitel de cestería de Pinillos).

Ábside de la iglesia de de S. Miguel, Caltojar (Soria)

Ábside de la iglesia de de S. Miguel, Bordecorex (Soria)

La otra pareja de la que hablaba es la que establecen las también vecinas Bordecorex y Caltojar, ambas en la pronvicia de Soria y fechables con toda probabilidad en el primer tercio del s. XIII. Al igual que sucede en el anterior binomio, en este caso existen similitudes suficientes como para adscribirlas a una misma autoría. Los baquetones que separan el ábside en distintos paños son ahora más gruesos, e incluso triples en el caso de Caltojar. Por su parte, aumenta el ritmo de los medios puntos de la arquería ciega, haciéndose más acusado su relieve claroscurista. Como colofón, dicha arquería apoya directamente un repetitivo conjunto de ménsulas de modillones (con doble cornisa en Caltojar).

¿Se os ocurre algún caso más para añadir a la lista? ¡Dejo la línea abierta!

viernes, 4 de julio de 2008

El sueño de Cristina

Si existe un conjunto de arquitectura popular castellana que brille por su homogeneidad y belleza singular, ese es sin duda el caso de Covarrubias. Esta villa burgalesa cuenta además con la declaración de Conjunto Histórico Nacional desde 1965. A continuación pretendo regalaros algunas imágenes de los escasos vestigios que aún se pueden apreciar de su original iglesia románica, hoy reconvertida en gótica colegiata. Pese a ello, tomaré como referencia para este breve artículo una triste historia cuyo eco aún resuena en los vetustos muros del templo...

Sepulcro de Cristina de Noruega, claustro de la colegiata de S. Cosme y Damián,
Covarrubias (Burgos)

Allí, en medio de la brillante tierra del Cid, a orillas de jacobea la Ruta de la Lana y a la sombra del pétreo claustro de la colegiata de S. Cosme y Damián, dormitan eternamente los restos de una joven princesa noruega; nada más y nada menos que la esposa de Felipe de Castilla, hermano del rey Alfonso X. Fue casada como buena princesa de la época; de acuerdo con los deseos de su padre Haakon IV y de su cuñado, el sabio monarca. El fin: acercar las gélidas tierras noruegas a la resplandeciente Europa que, por su parte, aguardaba con sus brazos abiertos.

Vano interior de la colegiata de S. Cosme y Damián, Covarrubias (Burgos)

Así, como amapola entre la nieve, la joven de 23 años abandonó su mundo a bordo de una nave vikinga cargada de riquezas y nobilísimas personas. Se iba para no volver; para entrar a formar parte de una realidad totalmente diferente y que, a la postre, cavaría su propia tumba. Allí le aguardaba el infante (o quizá en un principio el mismísimo Alfonso X). Finalmente, ambos contrajeron matrimonio en Valladolid en 1258, pero, terrible error, decidieron instalarse definitivamente en Sevilla.

Pila bautismal de la colegiata de S. Cosme y Damián, Covarrubias (Burgos)

Allí el sueño de Cristina se fue marchitando. ¿Fue quizá el amor imposible que mutuamente sentían ella y Alfonso? ¿Fue quizá el sol sevillano que, impío, amarilleó su piel igual que amarillea los frágiles mantos verdes de la taiga noruega? Algunos dicen, y quizá no les falte razón, que fue la princesa que murió de pena, apenas cuatro años después de alcanzar puerto castellano. Desde entonces (1262) y por deseo expreso de su esposo, que años antes había sido abad de la colegiata, sus restos reposan en el flamante sepulcro románico que, bajo las banderas entrelazadas de España y Noruega, se exhibe en el claustro de S. Cosme y Damián.

Restos conservados en el claustro de la colegiata de S. Cosme y Damián,
Covarrubias (Burgos)


Eso sí, Felipe nunca pudo llegar a cumplir su promesa de erigir una gran capilla en la localidad burgalesa que sirviera a modo de panteón para su amada. Hoy, pasados ocho siglos, parece que esa antiquísima promesa puede llegar a convertirse en realidad con la construcción de lo que será la iglesia de S. Olav, patrono de Noruega. ¿Quizá así la triste princesa de rubia melena y zarcos ojos podrá descansar por fin en paz en su tan infausto exilio?

lunes, 30 de junio de 2008

Donde habite el olvido

En el corazón de la Alcarria, donde la herida de la despoblación no cesa de manar sangre, la inminente muerte no es un mal que desconozcan los pocos lugareños que aún se atreven a permanecer firmes bajo los rigores del duro invierno. Y es que hace más de seiscientos años que el silencio mortal de la peste calló la boca de dos despoblados de los que hoy, a duras penas, se distinguen vestigios esparcidos por el suelo del término municipal de Berninches.

El primero de ellos, La Golosa, queda justo en el margen izquierdo de la carretera que une Guadalajara con Sacedón, pocos kilómetros antes de llegar a la localidad de Alhóndiga. Curiosamente, y tal vez por hacer más inexpugnables sus pocas ruinas, no se puede acceder desde este lugar. El único modo de llegar es tomando el pequeño carril que conduce a Berninches, desviándose unos metros antes del pueblo a la derecha, y esquivando los infinitos campos de cereal durante varios minutos (que parecen horas). La aventura merece la pena. Merece la pena al menos para los que, como yo, gustamos de llorar física o metafísicamente junto a las ruinas.

Restos del acceso al presbiterio de la iglesia de Sta. María,
despoblado de La Golosa, Berninches (Guadalajara)


Haciendo un poco de historia, en las propias Relaciones topográficas de Felipe II, disponibles on-line en varios sitios web, se nos menciona la siguiente información:

Que el sitio en donde estaba el pueblo de la golosa quando se despobló, está en alto llano, que le combate el solano; quando se despobló se anexó á esta Villa con licencia del maestre de Calatrava que era suyo, y se despobló por peste, que no quedaron si quatro vecinos. Despoblóse el año de mil y trezientos y noventa y un años, como paresce por las escripturas de la anexacion á que se refirieron, que están en el archivo del concejo de esta dicha Villa.

Poco más se podría contar de ese pobre amasijo de ruinas si no fuera porque la descarnada iglesia románica de Santa María, reutilizada durante siglos como ermita, aún muestra al atrevido visitante sus fantasmagóricos muros. Desgraciadamente la pequeña iglesia ha sido víctima de un brutal expolio en las últimas décadas, habiendo desaparecido la espadaña, el ábside y prácticamente la totalidad de su portada. Según cuentan los vecinos, todo ese material sirvió a modo de cantera para la contrucción de edificaciones en los pueblos cercanos. Debido a ello, hoy podemos admirar a duras penas los descarnados muros, parte de las arquivoltas del acceso y, en el interior, los arranques de los fustes del arco que daba acceso al presbiterio (más tarde tapiado).

Ermita de Ntra. Sra. del Collado, antigua iglesia del despoblado de El Collado,
Berninches (Guadalajara)

El segundo de los despoblados, de nombre El Collado, se sitúa uno o dos kilómetros más allá de La Golosa, en este caso a la derecha de la misma carretera antes mencionada. Ciertamente ha tenido algo más de suerte, pues su iglesia, también reconvertida en la ermita de Ntra. Sra. del Collado, aún es punto de encuentro para los participantes en una romería anual. De la primitiva fábrica románica, muy modificada, podemos distinguir aún el hemiciclo absidial, dos mínimos accesos apuntados, otro par de troneras con una tosca chambrana y una buena colección de anicónicos canecillos.

Ermita de Ntra. Sra. del Collado, antigua iglesia del despoblado de El Collado,
Berninches (Guadalajara)

Existen otros casos conocidos en la zona, como es el de Valdelloso, entre Córcoles y Casasana, pero la destrucción de su antiguo templo ya se ha completado, por lo que no podría más que brindaros fotos de sus cimientos. Pese a ello, hoy prefiero mantener la dignidad de una antigua aldea que, como La Golosa, El Collado y otros cientos de ellas, fueron construidas con sudor y sangre para ser apuñaladas siglos después por la espalda. Nada mejor que dejar el cierre en boca de la inigualable y malograda cantautora Cecilia:

Restos de la iglesia de Sta. María, despoblado de La Golosa, Berninches (Guadalajara)

Esta tierra la hicieron a golpes de martillo
y abrieron sus entrañas con pala y pico;
para arrancarle el trigo nuevo en otoño,
para beber su vino viejo a sorbos.
Y yo, que no tengo patria ni bandera,
me moriré de pena si muere esta tierra.


sábado, 28 de junio de 2008

Y se hizo la luz

Jodra del Pinar es una pequeña aldea que apenas supera los diez habitantes perpetuos. Se llega a ella por un sinuoso carril, estrecho, serpenteante y con billete de ida y vuelta. Antaño, cuando el carril era camino, y éste era tanto o más estrecho y serpenteante que la actual capa de asfalto viejo, el viajero podía admirar un pequeño puentecillo medieval que salvaba el arroyo. Hoy de él no queda ni rastro. La carretera, sí, la carretera.

En cualquier caso, y tras dejar caer unas lágrimas en honor al medio punto desaparecido, nos recibe en Jodra la peculiar iglesia de San Juan Degollado. Ahora bien, entre mi primera visita, realizada en mis años de infancia, y la última, ya en mis años de joven universitario, me aguardaba una inesperada sorpresa. En este caso, no puedo evitar escribir esta entrada a modo de breve crónica personal.

Año 1992. Recuerdos vagos de infancia. Un hombre enamorado del arte: mi padre. Con él, un niño que flirteaba con el románico: yo. Ambos juntos, en busca de hacer palpable lo admirado únicamente en fotografías. He de admitir que flojea mi memoria... Un pórtico tapiado para evitar la nieve y el frío invernal lo ocultaba todo. Metros de maleza. Y una de las dos campanas se acababa de caer el día antes...

Iglesia de S. Juan Degollado antes de la restauración, Jodra del Pinar (Guadalajara)

Año 2007. Antes de llegar volví a sentir el escalofrío por el puente que ya no estaba, y por el miedo a que lo que aún pude ver de niño ahora hubiese quedado reducido a ruinas. Pero, sorprendentemente, la misma campana que vi desplomada estaba de nuevo en el vano izquierdo de la espadaña. La maleza ya no estaba. Y de pronto, sentí que la iglesia de Jodra me miraba frente a frente por primera vez, pues la descarnada mampostería que cubría los vanos del pórtico había desaparecido para siempre.

Pórtico de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)


Paré frente a la iglesia. Con mis ojos ya adultos pude observar las seis parejas de toscos capiteles vegetales, algunos de ellos fácilmente vinculables a los del pórtico de la vecina iglesia de Sauca, y los doce fustes resucitados a la luz junto con sus doce correspondientes basas. Mientras, y ante tanta materia que sumaba seis, o tal vez doce, mi mente también adulta, no dejaba de reflexionar paralelamente sobre el mismísimo simbolismo de lo impar, y en concreto, del número cinco. La suma, el símbolo, la cifra... Eran otros ojos, los suyos y los míos, pero la esencia estaba ahí mismo, en ella y en mí.

Portada de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)


Y detrás del sencillo pórtico rematado por una cornisa de canecillos de proa de nave aparecía un nuevo elemento, antes oculto: la portada, de extrema sencillez, pero capaz de dar paso de lo humano a lo divino tras sus ¡seis! capiteles lisos, únicamente decorados con una pequeña bola cada uno. Seis. La cifra, el número...

Pareja de capiteles del pórtico de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)

La puerta estaba cerrada, y en el pueblo no había nadie para poder abrirme en ese momento. Por ello volví de nuevo al interior del pórtico para, descansado, poder observar de nuevo la luminosa galería esta vez desde dentro. Pero... ¡maldición! ¡Faltaba un fuste interior! Donde había doce, ahora había once. De nuevo el símbolo, la cifra, lo impar...

viernes, 27 de junio de 2008

Cuencas de futura mirada

Quedan aún, dispersas por la geografía española, un no desdeñable número de espadañas románicas. De todos modos, es ciertamente el elemento del templo que resulta más difícil de datar debido, primeramente, a que la importancia del campanario en el cristianismo ha tenido como consecuencia numerosas reformas, destrucciones y reedificaciones de los mismos para su correcta adecuación a las necesidades existentes, y, por otro lado, a la ausencia cualquier elemento notorio o figuración esculpida en la mayoría de los ejemplares conservados. Es por ello que me propongo a continuación dar un pequeño paseo por esas peculiares espadañas (las torres las dejaré para futuro comentario) sitas en el entorno rural, y que han sobrevivido hasta nuestros días con sus flamantes fustes y capiteles, como si de enormes cuencas oculares dirigidas al cielo se tratasen.

Espadaña de la iglesia de S. Pedro ad Vinculam, S. Felices de Castillería (Palencia)

En esta ocasión, he elegido como ámbito geográfico la mitad norte de la provincia de Palencia. Durante un viaje por aquellas tierras hace ya dos años pude contemplar alguno de estos casos en espadañas como la de Brañosera, Revilla de Santullán o en el sorprendente ejemplar de la bellísima aldea de San Felices de Castillería, enclavada en un entorno natural inigualable. Allí, sobre un pequeño cerrillo, se alza majestuosa la parroquia de San Pedro ad Vinculam. Concretamente en el tercer cuerpo de la espadaña podemos admirar una pareja de vanos doblados, ligeramente apuntados y flanqueados por estilizados fustes y capiteles. Todo el conjunto se encuentra protegido por una doble chambrana nacelada que realza su belleza.

Cuerpo inferior de la espadaña de la iglesia de S. Salvador,
S. Salvador de Cantamuda (Palencia)

Mucho más sobresalientes, en cuanto a decoración escultórica se refiere, son los dos últimos casos que voy a citar: San Salvador de Cantamuda y la agonizante iglesia del Barrio de Sta. María, en Becerril del Carpio.

Espadaña de la iglesia de Sta. María, Becerril del Carpio - Barrio de Sta. María (Palencia)

La primera de las iglesias, la de San Salvador, sorprende gratamente al visitante. Cerca del nacimiento del río Pisuerga se yergue este edificio, de gran unidad arquitectónica y de armónica proporción. Su inigualable espadaña se remata por dos cuerpos que repiten idéntica composición: dos vanos de medio punto, con guardapolvos moldurados, y que apoyan directamente sobre capiteles de entrelazos y vegetales.

Capiteles de la espadaña de la iglesia de Sta. María,
Becerril del Carpio - Barrio de Sta. María (Palencia)


Por otro lado, y quizá más sorprendente por sus capiteles figurados, encontramos el caso la iglesia de Santa María de Becerril del Carpio. En ella, y adosada al ángulo sureste de la cabecera, se alza la bella espadaña rematada a piñón. Los vanos se adornan, tanto en el interior como en su exterior, con cimacios y capiteles de gran variedad temática: molinillos de vástagos helicoidales, hojas de acanto, máscaras que vomitan tallos, centauros y leones son algunos de los principales protagonistas de dicha escenografía. Cabe reseñar también que las dovelas de dichos vanos se decoran con una alternancia bicromática ya ensayada en Sta. María de Mave (Palencia) o, por ampliar y alejar nuestro espectro espacio-temporal, en el interior de Sta. María Magdalena de Vézelay o en la propia mezquita cordobesa.

jueves, 26 de junio de 2008

Éxodo rural I: Matas del Ducado

En la descarnada carretera que conduce desde Sigüenza hasta Atienza podemos encontrar numerosas joyitas artísticas. La villa amurallada de Palazuelos a la izquierda; la coqueta parroquia románica de Pozancos a la derecha y, sin darnos cuenta, ya vislumbramos, pasadas las salinas de Imón, la fortaleza atencina a lo lejos. Pero Matas del Ducado está ahí, en medio del camino, en medio de la nada...

Vista general de la iglesia del despoblado de Matas del Ducado (Guadalajara)

Hace más de cincuenta años, la pequeña aldea de Matas se quedaba sola, agonizando. Los últimos vecinos se acababan de marchar, bajando la acusada pendiente del cerro donde se sitúa la localidad, en busca de una vida más próspera. Nunca nadie volvió. Apenas una estrambótica boda celebrada frente a la iglesia en ruinas a mediados de los años noventa fue la única noticia reseñable en la historia de Matas. Mientras, lo que antaño había sido un pueblo se iba convirtiendo, poco a poco, en escombros y polvo.


Espadaña y acceso meridional de la iglesia del despoblado de Matas del Ducado (Guadalajara)

De la pequeña iglesia de origen románico, reutilizada como encerradero de ganado, se conservan los pobres muros de mampostería rematados por aleros decorados con sencillos canecillos sin ningún tipo de figuración. Su sabor medieval queda acentuado por su tosco acceso bajo doble arquivolta simple y su ábside semicircular en el que, años ha, lucían flamantes las dos tallas románicas que aún se conservan en el Museo Diocesano de Sigüenza (una imagen de la Virgen María, y otra de María Magdalena).

Interior de la iglesia del despoblado de Matas del Ducado (Guadalajara)

En mis dos visitas al despoblado, entre las que medió un año y medio, he podido corroborar la certeza de lo que se ha venido llamando tradicionalmente el "eterno retorno de la naturaleza". Aquello que construyó el hombre hace ochocientos años cede terreno, día tras día, a la fuerza natural sobre la que se asentó, y ante la que ya poco o nada puede hacer...

La Alcarria y el románico de posguerra

Y no podía empezar de otra manera que no fuera con mi amada y admirada provincia de Guadalajara. Como bien sabéis, durante los años de la Guerra Civil española se produjeron graves destrozos a lo largo y ancho de la península. Guadalajara, con su famosa batalla de 1937, fue una de las zonas más perjudicadas, y algunas localidades de la zona alcarreña o de la baja Sierra Norte incluso fueron borradas del mapa para siempre. Por ello, quiero hacer un pequeño homenaje regalándoos algunas fotografías de iglesias de la zona que, al haber sufrido graves destrozos, tuvieron que ser restauradas o incluso reedificadas en el siglo XX.

En primer lugar mencionaré la iglesia del Salvador de Cifuentes, famosa por su tardía pero espectacular portada románica levantada a sus pies. En este caso no la traigo a colación por dicho acceso, sino por el "pastelito" interior de blanquecinos muros modernos y antiguos soportes pétreos. Hoy deambular por su solitario interior es un silencioso privilegio, si bien las marcas del horror estampadas a modo de brutal erosión sobre sus capiteles vegetales (los que pudieron sobrevivir), aún parecen traer hasta nuestros días el ruido de las bombas que derribaron casi toda su original fábrica tardorrománica.

Interior de la iglesia del Salvador, Cifuentes (Guadalajara)

Brihuega fue otra de las localidades más castigadas por el mencionado conflicto bélico. Allí, poco antes de que las tropas italianas quedaran literalmente atascadas en el barro del duro invierno briocense, las ancestrales iglesias de S. Felipe y S. Miguel, ambas del S. XIII, sufrían también los rigores invernales a través de las grietas y desperfectos ocasionados días atrás.

Portada meridional de la iglesia de S. Felipe, Brihuega (Guadalajara)

Y, finalmente, no podía pasar por alto uno de los casos más terribles. Se trata de lo acontecido en Montarrón, un pequeño pueblecito a pocos kilómetros de la localidad de Cogolludo que fue totalmente arrasado en 1937. Terrible castigo por encontrarse en "medio del camino". De su original y flamante iglesita románica no quedan ni los cimientos. Tan sólo apenas un pequeño recuerdo a modo de reconstrucción en los años 40, y que no por ello deja de ser el orgullo de tan admirable pueblo.

Iglesia de la Inmaculada Concepción, Montarrón (Guadalajara)