jueves, 15 de octubre de 2009

Donde hubo fuego cenizas quedan

Resurjo de mis cenizas. Quizá he hallado el principal motivo que me lastraba a la hora de escribir: un afán desmedido por recopilar información para compartirla con todos. Eso, como cabría esperar, supone demasiadas horas, y el tiempo, precisamente, es un bien fundamental cuando se vive a contrarreloj. Por ello no quiero desdeñar esa labor informativa, pero convirtiéndola en más visual que textual.

Unas de mis últimas "aventuras", de entre las muchas que ha habido, ha sido la de redactar los informes histórico-artísticos de las dos primeras iglesias del plan de restuaración que la Fundación Santa María la Real efectuará en la provincia de Guadalajara. Las afortunadas han sido Jodra del Pinar y Pinilla de Jadraque, dos estupendos ejemplares porticados. Hoy hablaré del primero de ellos.

Interior del pórtico. Iglesia de S. Juan Bautista, Jodra del Pinar (Guadalajara)

Jodra del Pinar, mínima aldea dependiente del ayuntamiento de Saúca, esconde un pequeño templo románico "de libro", esto es, prácticamente intacto estructuralmente hablando. Los añadidos de la torre a los pies, la sacristía y ciertos elementos aislados, no impiden apreciar su silueta original; sobrio ejemplo de mucho mampuesto y poco sillar, de vanos exiguos y líneas firmes y limpias. El pórtico, castellano, muestra tras su reciente restauración su flamante cuerpo de buena cantería y sus ojos, limpios tras siglos de tabicamiento.

Vista de la nave desde el coro. Iglesia de S. Juan Bautista, Jodra del Pinar (Guadalajara)

El interior, pese a los repintes y el abandono, muestra la misma sobriedad de líneas, de memoria cisterciense aunque reinterpretada por afanosas manos locales allá en los albores del 1200. Los bienes muebles, piezas salvadas de la carcoma o la rapiña, son sencillos, tanto o más que la arquitectura. De entre ellos ninguno sobrepasa los 400 años, aunque eso ya es mucho decir.

La única pieza que puede alardear de haber sido tatarabuela es la pila bautismal, que aunque escondida en un lóbrego rincón y agonizante, sigue estando exornada por mismísima sangre arenisca de su masa pétrea.

Pila bautismal. Iglesia de S. Juan Bautista, Jodra del Pinar (Guadalajara)

Sin embargo, ni el abandono ni el terrible fuego que asoló la aldea este verano han podido con los años de lucha y la tenacidad de sus hercúleos vecinos. Ni con la piel de su iglesia, aún herida por el hollín. Valgan estas líneas como merecido homenaje a unos y otra.

Vista desde el pueblo. Iglesia de S. Juan Bautista, Jodra del Pinar (Guadalajara)

martes, 23 de junio de 2009

Tras las huellas de san Patricio

Como ya comenté un tiempo atrás, las obligaciones del día a día no me dejan demasiado tiempo libre. Además, y por si fuera poco, he estado bastantes semanas perdido por Irlanda del Norte, ligeramente aislado del mundo por temas de investigación. Por todo ello, mi blog sufre largos periodos de inactividad. Sin embargo, no quiero desdeñar la posibilidad de darle algo de "vidilla" recurriendo a la publicación de algunas de mis notas de campo y de archivo, tomadas in situ en los diferentes lugares que he pisado en mi periplo por el nordeste de "gran isla verde".

Hoy quiero dedicarle unas líneas al patrón de Irlanda. Aunque los datos sobre san Patricio son ciertamente confusos, podemos encuadrar aproximadamente su vida entre los años 390 y 460. Si bien su nacimiento se produjo en la isla de Gran Bretaña, a los 14 años de edad fue capturado por piratas irlandeses y trasladado a la vecina isla como esclavo, dedicándose a cuidar pastos y ganados. Cuando contaba con unos 20 años, consiguió escapar de Irlanda tomando un barco con rumbo a Italia, donde se ordenó sacerdote y aprendió los rudimentos necesarios para la labor evangelizadora, algo que probablemente tenía en mente desde su experiencia en Hibernia.

Ya en el año 432, Patricio fue ordenado como obispo de Irlanda, encomendándosele la difícil tarea de hacer llegar el cristianismo a aquellas apartadas zonas, de raíces célticas. Entre otras muchas cosas, a él le debe Irlanda la primera creación de un sistema monástico; sistema que, a la postre y en gran parte, serviría de modelo a todo el movimiento monástico en Europa. De esos primitivos monasterios, cuyo origen ya podemos fechar en el propio siglo V, no nos quedan sino escasos e indirectos testimonios. Sin embargo, sí que contamos con algunos ejemplares de época plenomedieval.

Vista de la catedral de Downpatrick y paisaje (Co. Down, Irlanda del Norte)

Concretamente hoy quiero hablar del lugar donde, según las fuentes, reposan los restos del mencionado patrón irlandés. Dicha ciudad, Downpatrick, compone su topónimo con las palabras "Down" (anglización de voz gaélica Dún, "fuerte") y "Patrick" (Pádraig), el nombre del santo. Es decir, "El fuerte de Patrick". En esta pequeño y tranquilo lugar, situado a un cuarto de hora de Belfast, en el condado de Down, Irlanda del Norte, encontramos varios testimonios interesantes del Arte medieval, que a continuación pasaré a mencionar con brevedad.

Interior de la catedral de Downpatrick (Co. Down, Irlanda del Norte)

Por orden de antigüedad, el primer elemento destacable es la deteriorada high cross, datada en el siglo X, que aún desafía los vientos y las lluvias junto a la cabecera de la catedral de Downpatrick. La erosión no nos permite un análisis adecuado de las representaciones iconográficas que en ella se plasmaron, pero sin duda, y por el conocimiento de otros ejemplares similares en la isla, podemos aventurar algo sobre su finalidad. Muy probablemente, este tipo de cruces fueron empleadas a modo de didácticos vehículos de evangelización, así como elementos que reforzasen la cristianización de zonas que, como fuentes o encrucijadas, desde antaño habían tenido una gran carga simbólica para los rituales célticos.

Cabecera de la catedral de Downpatrick y high cross (Co. Down, Irlanda del Norte)

A pocos metros de la high cross se hallan tanto la tumba de san Patricio, sin mayor interés artístico, como la referida catedral. Del original templo nada nos queda. La turbulenta historia del mismo, destruido y reedificado en numerosas ocasiones, no ha permitido llegar a nuestros días casi ningún elemento anterior al año 1810.

Sin embargo, sí se conserva a las afueras de la ciudad un interesante ejemplo de monasterio medieval. Se trata de la abadía cisterciense de Inch, fundada hacia 1180 por John de Courcy para albergar a los monjes de la recién destruida ababía de Carrick en Erinagh. Parece ser que el asentamiento se realizó sobre el lugar donde había existido otro complejo monástico prenormando, quizá construido en madera, y que fue quemado en dos ocasiones por los vikingos, en 1002 y 1149. Las ruinas del monasterio que lo sustituyó, también bastardeadas y maltratadas, aún perviven en una zona pantanosa a las orillas del río Quoile (incluso originalmente parece ser que la zona fue un islote).

Vista general de Inch Abbey, Downpatrick (Co. Down, Irlanda del Norte)

Pese a las reformas que se operaron en el siglo XV, acortando y redefiniendo la estructura de la iglesia debido a un severo descenso numérico en la comunidad, aún podemos apreciar su distribución original, con triple nave, gran crucero, y cabecera de planta cuadrada con tres grandes y verticales vanos apuntados, algo muy frecuente en otros monasterios irlandeses. También contaba con una torre sobre el brazo norte del transepto, y de la que hoy aún se pueden apreciar las escaleras de acceso. Además, todavía se adivinan los restos de gran parte de las dependencias monásticas: claustro, sala capitular, refectorio, un horno (quizá de la panadería), la enfermería, y un pozo, hoy sellado. Lamentablemente, la abadía fue abandonada en 1541, y sometida desde entonces a un rápido proceso de expolio y ruina, amén de una estrambótica "restauración" decimonónica a base de cemento y piedra arenisca.

Transepto norte de Inch Abbey, Downpatrick (Co. Down, Irlanda del Norte)

Por último, no quiero dejar de mencionar un apartado enclave situado a unos 3 kms. de Downpatrick, y que ha pasado a la historia con el nombre de Struell Wells. En el lugar podemos ver unos sencillos pozos que, según cuenta la leyenda, fueron bendecidos por el propio san Patricio. Allí éste habría pasado buen número de noches recitando salmos en la más estricta soledad. Debido a la fama curativa que obtuvo con motivo de la citada leyenda, Struell Wells llegó a convertirse en un lugar de peregrinación masiva desde la Edad Media. En el entorno también podemos disfrutar de los restos de una aparentemente inacabada capilla, así como de fragmentos de dos vanos apuntados, del siglo XIII, empotrados en los muros de delimitación del recinto.

Struell Wells, Downpatrick (Co. Down, Irlanda del Norte)

domingo, 19 de abril de 2009

Villaescusa sin excusas

A continuación voy a postearos un texto que me envía un buen amigo, Carlos Otero. Sirva ello como primer homenaje en mi blog a Villaescusa de Palositos, un agonizante rincón de la Alcarria maltratado por la salvaje mano del hombre. Iglesia románica incluida...



El sábado 25 de abril se celebra la IV Marcha de las Flores en Villaescusa de Palositos (Peralveche-Guadalajara). Esta marcha está convocada por la Asociación Amigos de Villaescusa de Palositos y por la Asociación Amigos del Camino de Santiago de Cuenca, Ruta de la Lana, dentro de su programa de actividades para 2009. Igualmente está apoyada por otras asociaciones jacobeas, asociaciones de ámbito románico y organizaciones de protección del Patrimonio Histórico.

Las situaciones que dieron origen a estas pacíficas marchas reivindicativas no han variado con el paso del tiempo. Los caminos públicos, vías pecuarias y lugares públicos siguen cortados al libre tránsito de ciudadanos y peregrinos de la Ruta de la Lana del Camino de Santiago.

Hay otros motivos de reivindicación, como las necesarias actuaciones sobre su iglesia románica, incluida en el Plan de Recuperación del Románico de Guadalajara -cuyo Protocolo de actuación fue firmado el pasado mes de noviembre entre el Presidente de Castilla-La Mancha y el Obispo de Sigüenza- o la situación de abandono que sufre su cementerio municipal al que tampoco se puede acceder, pero el corte de caminos sigue siendo el motivo principal.

Es importante señalar, para que nadie se llame a engaño, que en un Estado de Derecho la propiedad que legalmente sea privada debe ser respetada, no puede ser de otra manera. Pero, de igual forma, debe ser respetada por todos la propiedad pública y eso es precisamente lo que no ocurre en Villaescusa.

Esto, y no otra cosa, es una vez más lo que se reivindica libremente y de manera pacífica el día 25 de abril en la IV Marcha de las Flores.

Gracias por vuestra atención, Amigos de Villaescusa de Palositos. 14 de abril de 2009.

Tenéis más amplia información y el mejor camino para llegar en:
http://www.villaescusadepalositos.com/

martes, 14 de abril de 2009

Sothiel de Hacham o el monasterio olvidado

Tras tres meses en el éxodo bloggero, vuelvo a sentarme un rato frente al ordenador. Siento mucho, una vez más, mi intermitencia, pero es algo inseparable de la trepidante vida doctoral. Y aprovechando que hablo de ausencia, no puedo perder la ocasión de comparar mi repentina desaparición, quizá por hacerla parecer menos exagerada, con otra que se remonta ya al año 1576.

Vista general del monasterio de S. Salvador, Pinilla de Jadraque (Guadalajara)

Fue allá por ese año, 1576, cuando las monjas calatravas del monasterio de San Salvador por fin lograron su empeño, consiguiendo el permiso de Felipe II para abandonar su primitivo cenobio, aislado, pobre y frío, transladándose a Almonacid de Zorita y, finalmente, a Madrid (donde aún existe esta comunidad).

Arco de triunfo del monasterio de S. Salvador, Pinilla de Jadraque (Guadalajara)

Quedó así abandonado el antiguo monasterio de San Salvador, fundado por don Rodrigo Fernández de Atienza y su familia para esta comunidad, que en origen fue cisterciense, el 17 de junio de 1218. El lugar elegido para el asentamiento, nombrado en los antiguos documentos como "Sothiel de Hacham", se sitúa a escasos kilómetros de Pinilla de Jadraque (Guadalajara), famosa por su magnífico templo románico, y en un pequeño promontorio junto al río Cañamares, en medio de un agreste paisaje de encinas y roquedas. Parece ser que el monasterio contó con importantes heredades en los pueblos circundantes, algo que queda patente en el carta que Sancho IV le entrega en 1292 señalando sus amplios límites.

Sala capitular del monasterio de S. Salvador, Pinilla de Jadraque (Guadalajara)

Sin emabargo, hoy el lugar es desolador. Si bien las últimas reformas realizadas en este monasterio poco antes de su abandono (1551) pudieron paliar un poco el avance de la ruina, la posterior dejadez y su conversión en vivienda particular, más tarde igualmente abandonada, se encargaron de acelerarla. De la antigua iglesia, bastardeada y maltratada, apenas podemos apreciar la silueta de su cabecera, con arco triunfal apuntado sobre capiteles vegetales y erosionados canecillos al exterior. El resto del templo es casi indescifrable debido a los desmoronamientos y a que su interior se halla dividido en dos pisos. Las dependencias monásticas son un amasijo de vigas, piedras y maleza, entre las que a duras penas se vislumbra un acceso con arcos geminados a lo que probablemente fue la sala capitular, a la par que vanos, arcos adovelados, y buen número de inscripciones y emblemas calatravos, bernardinos, carolinos...

"Carolus Dei Gracia Rex Castelle Legionis e Aragonis et Abal sicilia et C +
Administrator Perpetus Milce I Ordinis Calatrava et Ceta"

jueves, 8 de enero de 2009

Carnaval románico

El año nuevo llegó y los Reyes se marcharon. La yerma tierra continuará su letargo hasta la llegada de los primeros brotes primaverales, y la monótona mesura, de días cortos y noches largas, se impondrá sobre el común de los humanos. Quizá esta afirmación, vista con los ojos de hoy, sea harto exagerada. Sin embargo, una extrapolación temporal ocho siglos atrás la pueda cargar de un mayor significado. Cabe suponer que, durante el Medioevo, estos meses “muertos” entre el solsticio invernal y el equinoccio de primavera debían de ser de extrema dureza y pesada languidez.

Sin embargo, había un breve espacio temporal de tregua previo al ayuno, la penitencia y la moderación cuaresmal. Antes de la reflexión y el reposo, de la “ablución” del cuerpo y el espíritu, existían ciertos días en los que se alzaba la veda de lo que durante el resto del año se consideraba inaceptable o pecaminoso. Eran los días de Carnestolendas, aunque también hemos de tener en cuenta las mascaradas de las calendas de Enero.

Músico y acróbata, canecillos de la iglesia de Sta. Marta,
Sta. Marta del Cerro (Segovia)


En nuestro románico peninsular conservamos gran cantidad de elementos claramente vinculables con lo que hoy conocemos como carnaval. Disfraces, saltimbanquis, músicos y danzarines, es decir, todo un submundo moral despreciado por la Iglesia, se da cita en multitud templos, siendo el lugar preferido, por razones evidentes (fuera de la iglesia, lejos de la vista), los canecillos de los aleros. ¿Son parte de un moralizante programa o quizá responden a ciertas licencias del genio creador? Este es otro debate, de gran interés, y abierto a comentario. Ahí queda.

Disfraz de vaca y otras escenas,
canecillos del ábside de la iglesia parroquial de Huidobro (Burgos)


En cuanto a la descripción de las escenas esculpidas no puedo ofrecer sino unas pocas pinceladas, pues la cantidad de ejemplos y la multiplicidad de variantes las hacen realmente inabarcables en un texto de estas características.

¿Híbrido, monstruo o disfraz? Los personajes disfrazados, como es de suponer, son a menudo muy difíciles de detectar. Los disfraces de ciervo (quizá procedentes de una reinterpretación burlesca de la divinidad celta Cernunnos) o vaca, presentes en canecillos como el de S. Miguel en Fuentidueña (Segovia) y la ruinosa parroquial de Huidobro (Burgos). Existe, además, una frecuente vinculación de la idea de lo festivo con actitudes y gestos de carácter burlesco, grotesco o sexual.

Disfraz de ciervo, escena de fornicación y "vaca burlona",
canecillos de iglesia de S. Miguel, Fuentidueña (Segovia)


En cualquier caso, la metamorfosis operada al calor de estas mascaradas fue entendida por la Iglesia como un hecho supersticioso. Autores como Cesáreo de Arlés (quizá pseudo S. Agustín) e Isidoro de Sevilla tacharon estas celebraciones de diabólicas, desordenadas y viciosas, si bien esa condena ya existía en la Península Ibérica en tiempos hispano-visigodos, pues el rey Égica, en el XVI Concilio de Toledo (693), clama por la necesidad de erradicar estas prácticas idolátricas y supersticiosas. ¡Vicio, mucho vicio!

Disfraz de ciervo, máscaras monstruosas y muecas burlonas,
iglesia de S. Andrés, Pecharromán (Segovia)

jueves, 11 de diciembre de 2008

Viaje al románico de la Alcarria

Mi ascendencia alcarreña me empuja a escribir, una vez más, sobre esa tierra que también me ha visto crecer; quizá no tanto físicamente, pues gran parte de mi vida discurrió en la Regia Sedes Toletana, pero sí como ser humano. Por ello, me dispongo a realizar un "Nuevo Viaje a la Alcarria". Eso sí, en honor a la verdad, he de admitir que nunca simpaticé con don Camilo José Cela, famoso autor del original Viaje a la Alcarria allá por los años cuarenta, pero la tentación de emplear el recurso literario para acompañar la etapa de hoy, Viana de Mondéjar-La Puerta-Cereceda, me hace olvidar al personaje y quedarme únicamente con la virtud de su prosa.

Iglesia de la Nuestra Señora de la Asunción, Viana de Mondéjar (Guadalajara)

A la sombra de las dos gemelas cumbres, acertadamente denominadas "Las Tetas de Viana", se accede al breve caserío de Viana de Mondéjar. Año tras año, desde mi primer viaje a Viana cuando era un niño, he ido asistiendo a la paulatina ruina de sus escasas viviendas. Sin embargo, y pese a tratarse de una funesta crónica, hasta en su agonía Viana desprende belleza. Decía Cela que "bajando por un barranco llega el viajero a Viana de Mondéjar, un pueblo color amarillo recostado sobre un monte romo, casi negro". Sin embargo, el escritor optó por sentarse a comer a las afueras, sin entrar. De haber hecho lo contrario, podría haber admirado los pocos restos del pasado fortificado de la pequeña aldea y, además, la curiosa parroquia, híbrido románico-barroco de agradable estampa. De su pasado medieval, lo más destacable es su sobria portada de medio punto, decorada con seis capiteles vegetales y una fina arquivolta exterior con clavos de herraje. Su interior muestra un perfecto despliegue de barroquismo en sus múltiples retablos.

Cabecera de la iglesia de S. Miguel, La Puerta (Guadalajara)

Siguiendo la carretera con dirección a Durón, mi querido pueblo, la siguiente localidad es La Puerta. El topónimo parece una alusión a las escarpadas y rocosas montañas que lo rodean, como si de una muralla natural con puertas se tratase. El frío y la socarronería popular les regalaron el mote a sus habitantes: "los de La Puerta, pantorrilludos, siete pares de medias llevan algunos", aunque, rápidamente, el alcalde de época de Cela se encargó de apostillar ante el inesperado viajero "somos pobres, usted lo puede ver, pero nadie que ha pasado por La Puerta se ha ido sin un pan". Curioso fue que, justamente sesenta años después del viaje, el nuevo alcalde me prestó amablemente las llaves de la iglesia pese a importunarle a la hora del café.

Portada oculta de la iglesia de S. Miguel, La Puerta (Guadalajara)

En la iglesia parroquial de S. Miguel podemos apreciar un buen número de canecillos y la achaparrada pero hermosa estampa de presbiterio y ábside. Sin ambargo, el interior nos depara alguna sorpresa. La primera es una pila bautismal románica, de copa sencillamente gallonada. La segunda, y poderosamente llamativa, es la portada románica de acceso, elegante pero tristemente mutilada en reformas posteriores. De los doce capiteles originales, nos quedan aún nueve, ornamentados con variados ejemplos vegetales, un erosionado rostro y un conjunto aves afrontadas. Las arquivoltas, por su parte, se adornan con unas severos dientes de sierra. En el interior, la sencillez es la nota dominante.

Interior de la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, Cereceda (Guadalajara)

Y llegamos al destino del viaje. De La Puerta a Cereceda hay pocos kilómetros, aunque el amable alcalde del primero recordó a Cela lo sigiente que, "como nosotros; Cereceda es también muy pobre". Y aunque eso Cela no lo vió, la pequeña población sufrió en entrañas el fantasma de la despoblación durante más de dos décadas. Finalmente, y quizá atraídos por el boom del embalse de Entrepeñas, hoy desecado, unos nostálgicos y alguna que otra familia francesa restauraron la vida en Cereceda. Su parroquia de la Asunción, muy dañada por el abandono y el consiguiente expolio, es sin duda la más completa de las tres arquitectónica y escultóricamente hablando. Cuenta con casi un centenar de canecillos, la mayoría de suma sencillez; dos portadas con curiosos y erosionados capiteles, teniendo una de ellas el privilegio, además, de contar con el tímpano esculpido más meridional de España. El ábside, toscamente resuelto, aún muestra su pétrea prestancia ocho siglos después. Al interior, de nuevo, la sobriedad típica de un templo aislado, rural, templado, moderado. Merecen un vistazo su pila bautismal, acaso románica, y la fina línea de imposta ajedrezada que recorre los muros que han perdurado sin reforma alguna.

Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, Cereceda (Guadalajara)

Nihil novum sub sole. La Alcarria, esa comarca que Cela desnudó mostrando sus miserias al mundo, sigue siendo tierra humilde; tierra de FEDER y PRODER, de serpenteantes caminos y de innúmeros contrastes. Sesenta años de lento desarrollo, entumecido por centrales nucleares y embalses que anegaron lo poco que había. Y, para colmo, trasvases. Sin embargo, esa misma Alcarria celiana de los años 40, y esa misma que permanece inmutable y recostada en sus abruptos y eternos paisajes, guarda para el amante del románico más de una grata sorpresa. No es un románico culto, si es que existe ese término, pero quizá por su "incultura" es exquisitamente único.

domingo, 26 de octubre de 2008

Ut placeat Deo et hominibus

Tras un periodo de ausencia, algo que quizá comenzará a ser frecuente a partir de ahora, reaparezco por mi blog con idea de mostraros una de las zonas más desconocidas del románico peninsular: la provincia de Cáceres.

Pese a la casi inexistente divulgación del patrimonio románico cacereño, éste contiene un indudable exotismo que lo hace extremadamente peculiar e interesante. Sin ánimo de hacer un inventario o un análisis exhaustivo, mi intención no va más allá de mostraros algunos de esos elementos sorprendentes que esconden algunas localidades extremeñas como Jaraíz de la Vera, Trujillo y Plasencia.

Cimborrio románico de la catedral de Sta. María, Plasencia (Cáceres)

Quizá la principal "culpable" de la peculiaridad del románico de esta zona sea la tardía conquista cristiana, efectuada entre los últimos años del siglo XII y las primeras décadas del XIII. De ahí en adelante, toda la zona crecerá bajo el influjo de la floreciente diócesis placentina, erigida canónicamente en 1189 por el papa Clemente III en tiempos de Alfonso VIII ut placeat Deo et hominibus (para agradar a Dios y a los hombres).

A partir del siglo XIII comenzarán las obras de construcción de la catedral de Sta. María, de la que hoy se conservan cuatro de los tramos de sus tres naves. Del mismo modo, perdura aún la portada occidental, plagada de curiosas figuras y con el espacio entre fustes decorado con puntas de diamante (algo que se repite en otras iglesias de Plasencia o en la de Jaraíz de la Vera). De cualquier modo, quizá lo más interesante del templo sea la antigua sala capitular, rematada con el ejemplar menos conocido de los denominados "cimborrios del Duero", obra atribuida a Gil de Císlar. En cualquier caso, sobre el primitivo templo románico cayó una sentencia de muerte a finales del siglo XV que sólo fue efectuada parcialmente: media catedral es románica y media renacentista, lo que dota al conjunto de una estampa aún más sorprendente.

Otras muchas iglesias placentinas, de cronología similar, bien merecerían un rincón en este blog, pero eso lo dejo para otro día.

Capiteles de la portada sur de la iglesia de Sta. María, Jaraíz de la Vera (Cáceres)

Sí que quiero traer a colación la parroquial de Jaraíz de la Vera, que conserva aún una portada de claro gusto románico, aunque levantada en época muy tardía (quizá ya en el siglo XIV). El arco ya es apuntado, y los capiteles mezclan la figuración románica (animales afrontados o grandes mascarones) con una vegetación y unos elementos claramente góticos. También las iglesias de Hoyos y Alcántara conservan algún resto románico.

Torre románica de la iglesia de Sta. María la Mayor, Trujillo (Cáceres)

Por último, me gustaría terminar este breve viaje en Trujillo. La iglesia de Sta. María la Mayor, de los siglos XV y XVI, aún muestra una bellísima torre románica construida tras la reconquista de la ciudad, bien avanzado el siglo XIII: la llamada "Torre Julia", pues existe la hipóstesis de que fue erigida sobre un antiguo monumento romano dedicado a Julio César. Su esbelta estampa se ve acentuada con el crecimiento progresivo del número de vanos según aumenta la altura. Sin embargo, el que aquí escribe ha de confesar algo: el actual campanario no es sino una reciente reconstrucción realizada a partir de antiguas fotografías y grabados, pues el original fue tristemente derribado en 1871.