jueves, 11 de diciembre de 2008

Viaje al románico de la Alcarria

Mi ascendencia alcarreña me empuja a escribir, una vez más, sobre esa tierra que también me ha visto crecer; quizá no tanto físicamente, pues gran parte de mi vida discurrió en la Regia Sedes Toletana, pero sí como ser humano. Por ello, me dispongo a realizar un "Nuevo Viaje a la Alcarria". Eso sí, en honor a la verdad, he de admitir que nunca simpaticé con don Camilo José Cela, famoso autor del original Viaje a la Alcarria allá por los años cuarenta, pero la tentación de emplear el recurso literario para acompañar la etapa de hoy, Viana de Mondéjar-La Puerta-Cereceda, me hace olvidar al personaje y quedarme únicamente con la virtud de su prosa.

Iglesia de la Nuestra Señora de la Asunción, Viana de Mondéjar (Guadalajara)

A la sombra de las dos gemelas cumbres, acertadamente denominadas "Las Tetas de Viana", se accede al breve caserío de Viana de Mondéjar. Año tras año, desde mi primer viaje a Viana cuando era un niño, he ido asistiendo a la paulatina ruina de sus escasas viviendas. Sin embargo, y pese a tratarse de una funesta crónica, hasta en su agonía Viana desprende belleza. Decía Cela que "bajando por un barranco llega el viajero a Viana de Mondéjar, un pueblo color amarillo recostado sobre un monte romo, casi negro". Sin embargo, el escritor optó por sentarse a comer a las afueras, sin entrar. De haber hecho lo contrario, podría haber admirado los pocos restos del pasado fortificado de la pequeña aldea y, además, la curiosa parroquia, híbrido románico-barroco de agradable estampa. De su pasado medieval, lo más destacable es su sobria portada de medio punto, decorada con seis capiteles vegetales y una fina arquivolta exterior con clavos de herraje. Su interior muestra un perfecto despliegue de barroquismo en sus múltiples retablos.

Cabecera de la iglesia de S. Miguel, La Puerta (Guadalajara)

Siguiendo la carretera con dirección a Durón, mi querido pueblo, la siguiente localidad es La Puerta. El topónimo parece una alusión a las escarpadas y rocosas montañas que lo rodean, como si de una muralla natural con puertas se tratase. El frío y la socarronería popular les regalaron el mote a sus habitantes: "los de La Puerta, pantorrilludos, siete pares de medias llevan algunos", aunque, rápidamente, el alcalde de época de Cela se encargó de apostillar ante el inesperado viajero "somos pobres, usted lo puede ver, pero nadie que ha pasado por La Puerta se ha ido sin un pan". Curioso fue que, justamente sesenta años después del viaje, el nuevo alcalde me prestó amablemente las llaves de la iglesia pese a importunarle a la hora del café.

Portada oculta de la iglesia de S. Miguel, La Puerta (Guadalajara)

En la iglesia parroquial de S. Miguel podemos apreciar un buen número de canecillos y la achaparrada pero hermosa estampa de presbiterio y ábside. Sin ambargo, el interior nos depara alguna sorpresa. La primera es una pila bautismal románica, de copa sencillamente gallonada. La segunda, y poderosamente llamativa, es la portada románica de acceso, elegante pero tristemente mutilada en reformas posteriores. De los doce capiteles originales, nos quedan aún nueve, ornamentados con variados ejemplos vegetales, un erosionado rostro y un conjunto aves afrontadas. Las arquivoltas, por su parte, se adornan con unas severos dientes de sierra. En el interior, la sencillez es la nota dominante.

Interior de la iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, Cereceda (Guadalajara)

Y llegamos al destino del viaje. De La Puerta a Cereceda hay pocos kilómetros, aunque el amable alcalde del primero recordó a Cela lo sigiente que, "como nosotros; Cereceda es también muy pobre". Y aunque eso Cela no lo vió, la pequeña población sufrió en entrañas el fantasma de la despoblación durante más de dos décadas. Finalmente, y quizá atraídos por el boom del embalse de Entrepeñas, hoy desecado, unos nostálgicos y alguna que otra familia francesa restauraron la vida en Cereceda. Su parroquia de la Asunción, muy dañada por el abandono y el consiguiente expolio, es sin duda la más completa de las tres arquitectónica y escultóricamente hablando. Cuenta con casi un centenar de canecillos, la mayoría de suma sencillez; dos portadas con curiosos y erosionados capiteles, teniendo una de ellas el privilegio, además, de contar con el tímpano esculpido más meridional de España. El ábside, toscamente resuelto, aún muestra su pétrea prestancia ocho siglos después. Al interior, de nuevo, la sobriedad típica de un templo aislado, rural, templado, moderado. Merecen un vistazo su pila bautismal, acaso románica, y la fina línea de imposta ajedrezada que recorre los muros que han perdurado sin reforma alguna.

Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción, Cereceda (Guadalajara)

Nihil novum sub sole. La Alcarria, esa comarca que Cela desnudó mostrando sus miserias al mundo, sigue siendo tierra humilde; tierra de FEDER y PRODER, de serpenteantes caminos y de innúmeros contrastes. Sesenta años de lento desarrollo, entumecido por centrales nucleares y embalses que anegaron lo poco que había. Y, para colmo, trasvases. Sin embargo, esa misma Alcarria celiana de los años 40, y esa misma que permanece inmutable y recostada en sus abruptos y eternos paisajes, guarda para el amante del románico más de una grata sorpresa. No es un románico culto, si es que existe ese término, pero quizá por su "incultura" es exquisitamente único.

domingo, 26 de octubre de 2008

Ut placeat Deo et hominibus

Tras un periodo de ausencia, algo que quizá comenzará a ser frecuente a partir de ahora, reaparezco por mi blog con idea de mostraros una de las zonas más desconocidas del románico peninsular: la provincia de Cáceres.

Pese a la casi inexistente divulgación del patrimonio románico cacereño, éste contiene un indudable exotismo que lo hace extremadamente peculiar e interesante. Sin ánimo de hacer un inventario o un análisis exhaustivo, mi intención no va más allá de mostraros algunos de esos elementos sorprendentes que esconden algunas localidades extremeñas como Jaraíz de la Vera, Trujillo y Plasencia.

Cimborrio románico de la catedral de Sta. María, Plasencia (Cáceres)

Quizá la principal "culpable" de la peculiaridad del románico de esta zona sea la tardía conquista cristiana, efectuada entre los últimos años del siglo XII y las primeras décadas del XIII. De ahí en adelante, toda la zona crecerá bajo el influjo de la floreciente diócesis placentina, erigida canónicamente en 1189 por el papa Clemente III en tiempos de Alfonso VIII ut placeat Deo et hominibus (para agradar a Dios y a los hombres).

A partir del siglo XIII comenzarán las obras de construcción de la catedral de Sta. María, de la que hoy se conservan cuatro de los tramos de sus tres naves. Del mismo modo, perdura aún la portada occidental, plagada de curiosas figuras y con el espacio entre fustes decorado con puntas de diamante (algo que se repite en otras iglesias de Plasencia o en la de Jaraíz de la Vera). De cualquier modo, quizá lo más interesante del templo sea la antigua sala capitular, rematada con el ejemplar menos conocido de los denominados "cimborrios del Duero", obra atribuida a Gil de Císlar. En cualquier caso, sobre el primitivo templo románico cayó una sentencia de muerte a finales del siglo XV que sólo fue efectuada parcialmente: media catedral es románica y media renacentista, lo que dota al conjunto de una estampa aún más sorprendente.

Otras muchas iglesias placentinas, de cronología similar, bien merecerían un rincón en este blog, pero eso lo dejo para otro día.

Capiteles de la portada sur de la iglesia de Sta. María, Jaraíz de la Vera (Cáceres)

Sí que quiero traer a colación la parroquial de Jaraíz de la Vera, que conserva aún una portada de claro gusto románico, aunque levantada en época muy tardía (quizá ya en el siglo XIV). El arco ya es apuntado, y los capiteles mezclan la figuración románica (animales afrontados o grandes mascarones) con una vegetación y unos elementos claramente góticos. También las iglesias de Hoyos y Alcántara conservan algún resto románico.

Torre románica de la iglesia de Sta. María la Mayor, Trujillo (Cáceres)

Por último, me gustaría terminar este breve viaje en Trujillo. La iglesia de Sta. María la Mayor, de los siglos XV y XVI, aún muestra una bellísima torre románica construida tras la reconquista de la ciudad, bien avanzado el siglo XIII: la llamada "Torre Julia", pues existe la hipóstesis de que fue erigida sobre un antiguo monumento romano dedicado a Julio César. Su esbelta estampa se ve acentuada con el crecimiento progresivo del número de vanos según aumenta la altura. Sin embargo, el que aquí escribe ha de confesar algo: el actual campanario no es sino una reciente reconstrucción realizada a partir de antiguas fotografías y grabados, pues el original fue tristemente derribado en 1871.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Un antídoto acuático

Continuando mi paseo por tierras segovianas, hoy os traigo una nueva entrega dedicada a algunas de las más interesantes pilas bautismales que he podido contemplar a lo largo y ancho de la provincia. Ciertamente muchas. Y es que si algo he aprendido en estos años paseando por los caminos del románico es que, aunque centenares de iglesias de origen románico fueron rehechas en siglos posteriores, lo más frecuente es que su primitiva pila bautismal haya perdurado al haber sido reutilizada en el nuevo templo.

Debido a las persecuciones durante los primeros años del cristianismo, el bautismo fue administrado en cualquier lugar dotado de agua. Así las antiguas catacumbas se convirtieron en los primitivos baptisterios que, una vez oficializado el culto en el Imperio romano, se trasladarán a las nuevas basílicas o a las inmediaciones de antiguas surgencias de agua consideradas taumatúrgicas en los siglos anteriores.

Pila bautismal de la iglesia de la iglesia de S. Miguel, Tenzuela (Segovia)

Ahora bien, no pretendo hacer un recorrido por la evolución del rito bautismal a lo largo de los siglos. Únicamente veo necesario señalar que con la implantación de la liturgia romana, allá por el siglo XI, se establecieron las pautas que, más o menos, han configurado el rito del bautismo que aún perdura en nuestros días. Entre ellas destacan la sustitución de los grandes baptisterios por pilas de menor tamaño situadas en el interior de cada iglesia y la generalización del bautismo en edad infantil. Las antiguas cubetas de posible origen visigodo, entre las que podemos citar las de Sta. María de Riaza y Tenzuela, ya dan fe de algunos de estos cambios.

Pila bautismal de la iglesia de La Natividad, Sta. María de Riaza (Segovia)

Los motivos iconográficos que las adornan son realmente variados. Sin embargo, contamos con un importante testimonio escrito en las Partidas alfonsíes, en donde se afirma que los temas más recurrentes en la decoración de las pilas son aquellos que remiten al bautismo como segunda Creación o como remisión de los pecados, la creencia en el “ángel del bautismo” o la concepción de la propia pila como Fuente de la Vida paradisíaca y como vientre espiritual de la Madre Iglesia.

En cualquier caso, la gran mayoría de las pétreas copas de los ejemplares conservados suelen decorarse con gallones a modo de enormes veneras marinas, elemento que nos remite a los conceptos de fecundidad acuática y de regeneración del neófito. No es extraño que esta decoración se encuentre acompañada por otros motivos que engalanen aún un poco más el conjunto: algunos de los más recurrentes, el sogueado y los entrelazos, no hacen sino recordarnos los cáñamos que reforzaban las paredes de las primeras pilas bautismales, realizadas a modo de toscas cubas de madera. Dos buenos ejemplos los encontramos en Pelayos del Arroyo y Caballar.

Pila bautismal de la iglesia de S. Vicente, Pelayos del Arroyo (Segovia)

Pila bautismal de la iglesia de la Asunción de María, Caballar (Segovia)

Existen otros casos en los que el ornato llega a estadios superiores, conviviendo los citados gallones con alguna imagen figurativa referente a los temas iconográficos antes mencionados. Destacan los presuntos apóstoles de la dañada pila de La Cuesta y, sobre todo, la peculiar representación seráfica, quizá el “Ángel del Bautismo” encargado de acompañar al catecúmeno a la pila, que adorna la pila de la iglesia de S. Matín de Sacramenia (antes en Sta. Marina).

Pila bautismal de la iglesia de S. Cristóbal, La Cuesta (Segovia)

Pila bautismal de la iglesia de S. Martín, Sacramenia (Segovia)

Como colofón, existen casos aún más excepcionales como el de la llamada “Catedral de la Sierra”, es decir, la solitaria iglesia de Aldealengua de Pedraza. Pese a los vandálicos actos de expolio que ésta ha sufrido, aún conserva en su interior un voluminoso ejemplar gallonado en el que destacan unas curiosas cabecitas. Pese a lo que pudiésemos imaginar a bote pronto, parece ser que estos misteriosos bustos representan a los “mecenas” de esta obra, que para mayor gloria quisieron pasar a la pétrea eternidad. Por los siglos de los siglos.

Pila bautismal de la iglesia de La Asunción de María,
Aldealengua de Pedraza (Segovia)

jueves, 11 de septiembre de 2008

Duratón: una de lóbulos

Tras varios días de descanso y de reorganización de fotos, aquí llega la segunda entrega de la colección segoviana. En este caso he decidido dedicar un poco de tiempo a uno de los muchos aspectos que llamaron mi atención durante el viaje: el uso del arco polilobulado.

Arco de acceso al pórtico, iglesia de la Asunción de María, Duratón (Segovia)

A menudo se ha venido relacionando este tipo de decoración, de origen primeramente oriental, con el arte hispano-musulmán y su primo pequeño, el vecino arte mudéjar. Ciertamente, los alarifes o maestros de obras de raigambre islámica siguieron empleando estas formas hasta los albores del Mundo Moderno, y nada tiene de especial que, o bien alguno de ellos formase parte de una cuadrilla de canteros románicos, o bien que alguna hábil mano de esa cuadrilla se tomase la libertad de plasmar aquello que admiraba o le apetecía. Concedámosle algo de genialidad individual al hombre medieval, pues a menudo caemos en el error de encapsularlo en un mundo tachado de conservador, de artesanos y no de artistas.

Portada meridional, iglesia de la Natividad, Sotillo (Segovia)

En cuanto al simbolismo del lóbulo como elemento decorativo, existe un interesante trabajo de María Moreno Alcalde titulado "Puertas del Cielo: el arco lobulado en el arte medieval español", disponible en Goya: Revista de Arte, nº 295-296, 2003, pp. 225-244. En dicho artículo la autora clasifica los arcos lobulados por tipologías concretas para, posteriormente, realizar un análisis simbólico mediante el cual relaciona este tipo de decoración con el concepto del "paraíso" cristiano y, aún más interesante, musulmán. ¿Se os ocurre alguna otra idea?

Portada meridional, iglesia de Sto. Domingo, Turrubuelo (Segovia)

Si bien es cierto que en numerosas provincias de nuestra geografía podemos admirar este tipo de elemento (Guadalajara, Soria, Burgos, Palencia, etc.), lo cierto es que en la zona Este de la provincia de Segovia se concentran un buen puñado de ejemplos. En concreto, la zona que nos interesa es la que se ha venido englobando bajo el área de influencia del llamado Taller de Duratón. Sin ánimo de entrar en otro tipo de detalles, sí que debemos señalar el vínculo inequívoco que existe entre el acceso meridional al pórtico de La Asunción de Duratón y los arcos de ingreso a las parroquiales de El Olmo y Sotillo.

Portada meridional, iglesia de la Virgen del Olmo, El Olmo (Segovia)

Por otro lado no debemos olvidar las bellas portadas polilobuladas situadas en las localidades de Turrubuelo y Sequera del Fresno. Es especialmente interesante este último caso debido a que su descubrimiento ha sido reciente, y aunque su deterioro es ciertamente innegable, aún podemos admirar sus bellos y enigmáticos capiteles figurados, eso sí, con cierta dificultad en el caso del de la izquierda, parcialmente tapado por un contrafuerte añadido durante la reforma que sufrió la iglesia allá por el siglo XVIII. Como sucede en los casos mencionados de El Olmo y Sotillo, la arquivolta interior se decora con dovelas que encierran florones. Por su parte, la media es de baquetón y la exterior repite una decoración muy típica en la comarca: las líneas zigzagueantes. Este aspecto nos queda pendiente para próximas entregas.

Portada septentrional , iglesia de la Asunción de María, Sequera del Fresno (Segovia)

viernes, 29 de agosto de 2008

Por el puente de Aranda

Tras dos intensas semanas perdido por las inmensas tierras segovianas, y una vez saciados todos los sentidos, vuelvo a la cruda realidad. Pese a ello, mi espíritu rebelde es el que me hace romper todo ápice de rutina con pasatiempos como el presente, esto es, escribir en mi blog. Quizá por ello, por ser precisamente un modo de pasar el tiempo, no tengo ni por asomo la constancia o la calidad que sí tienen otros espacios cibernéticos. En cualquier caso espero "entreteneros" un rato con las breves líneas que presento a continuación.

Tratándose de unas vacaciones segovianas, ni que decir tiene que pasaré una temporada "braseando" al personal con las maravillas de dicha provincia. Y es que ante experiencias tan deslumbrantes quizá me saldría más a cuenta mostrar una retahíla de imágenes y dejarme de tantas retóricas. Pese a ello, soy de los que aún sobrevaloran a la palabra, tan denostada desde que se generalizó el mito de su supuesta derrota por goleada frente a la imagen. Por llegar a un ten con ten y que ninguno de los contendientes se sienta ofendido, alternaré ambos medios; verbal y visual, visual y verbal.

Iglesia de S. Miguel, Sotosalbos (Segovia)

Pero antes de continuar quiero comentaros que para mostraros mis experiencias segovianas pretendo usar un modelo totalmente novedoso en mi blog: las entregas, tan de moda, pero en este caso gratuitas y sin complicados montajes o libros de instrucciones. Veremos cómo funciona el experimento.

Para este primer “fascículo online” he decidido poner algo de música al viaje, y qué mejor banda sonora que aquella célebre jota cuyo estribillo dice “Por el puente de Aranda se tiró, se tiró, / se tiró el tío Juanillo, pero no se mató…”. Se me podrá objetar que esa “Aranda” es sin duda Aranda de Duero (Burgos), pero el “puente” y la jota son de Sotosalbos (Segovia), y todo amante del románico sabe que dicha localidad destaca, aparte de por sus jotas y puentes, por su magnífica parroquia. Quizá lo más sobresaliente de toda su obra sea su pórtico, en el que petrificantes seres y pétreos músicos nos observan con un eterno interrogante: ¿quién sabe qué tradicionales acordes callará su sonoro silencio?

“Esta es la jota que canta
el pueblo de Sotosalbos;
esta es la jota que canta.
No la canta con más gracia
porque tiene ochenta años.
Porque tiene ochenta años,
esta es la jota que canta”.

Dos detalles del friso de canecillos y metopas del pórtico, iglesia de S. Miguel, Sotosalbos (Segovia)

Canecillo a canecillo, metopa a metopa y capitel a capitel, la magna obra de Sotosalbos no es sino un esculpido reflejo de una sociedad, de sus gentes y sus quehaceres, sus miedos y sus vicios, sus realidades y sus quimeras. Todo un ciclo vital, el juego de la vida presentado a través de peculiares metáforas o imágenes explícitas. Quizá, por qué no, deberíamos sentarnos ante estos verdaderos testimonios del pasado narrados en primera persona y enseñar a las próximas generaciones, a las que dejaremos paso, que hay vida más allá de las aulas y de las listas interminables e inconexas de términos y fechas, y que los mejores manuales de Historia a veces están en los lugares más insospechados.

Lucha entre aves y serpientes en un capitel del pórtico,
iglesia de S. Miguel, Sotosalbos (Segovia)

“Ay, la que echan en Sotosalbos.
Y allá va la despedida,
ay, la que echan en Sotosalbos.
Y a vivir que son dos días,
y a los cien años tos calvos.
Y a los cien años tos calvos,
ay, y allá va la despedida”.

domingo, 10 de agosto de 2008

Liquidación por cambio de temporada

No estaré por estos lares hasta finales del presente mes. ¡A la vuelta aguardan estupendas colecciones fotográficas del románico segoviano!

Siento no haber podido actualizar mi blog tan frecuentemente como hubiese deseado. Ya sabéis que la vida del doctorando activo está plagada de congresos, publicaciones y actividades varias. Mientras tanto, y hasta que llegue el mes de septiembre, os dejo una de las diversas imágenes que conseguí gracias a una fototeca para la elaboración de un trabajo de investigación en el que me hallo inmerso en este verano. Es más, ahora que lo pienso, sería una buena idea poder compartir fotos antiguas de iglesias románicas. ¿Qué os parece?

Dos lugareños sentados en el pórtico de la iglesia de La Asunción,
Pinilla de Jadraque (Guadalajara) - Colección de D. Francisco Layna (17/7/1934)

Pero no podría despedirme sin daros las gracias por vuestro apoyo, ya participativo ya anómimo, en este primer mes y medio de vida de mi adolescente blog. Al fin y al cabo, sóis vosotros, no yo, quienes hacéis que la existencia de este blog tenga sentido.

¡Nos vemos en septiembre, amigos!

sábado, 26 de julio de 2008

Agonía eterna bajo el caudal del olvido

Antes de continuar con su atrevida curiosidad, quiero advertir al comprensivo lector que, tal vez por el bochorno veraniego o tal vez por tratarse de un momento inadecuado, el que aquí escribe no se encuentra especialmente inspirado, y su dañada creatividad se halla bajo mínimos (como los embalses de la Alcarria). Pese a ello, ¡horror!, no quiero dejar pasar la oportunidad de dar un poco de vidilla al blog con esta nueva entrada.

He de decir que el tema que voy a tratar a continuación no es casual. Como muchos sabréis, de aquí a una semana se celebrará en Aguilar de Campoo el IX Curso de Iniciación al Románico que imparte la Fundación Santa María la Real, y al que asistiré un poco a la aventura, como un verdadero extraño... ¿Alguno de mis apreciados lectores irá también?

Claustro del Monasterio de Sta. María la Real, Aguilar de Campóo (Palencia)

Ahora bien, aprovechando la mencionada localización geográfica de dicho evento, voy a plasmar en estas pocas líneas una de las desgracias más repetidas en el enfermizo afán por lograr ¿un mundo moderno? Junto a Aguilar se encuentra el embalse de ídem, que acalló bajo sus aguas la vida de cuatro pequeños pueblecitos: Frontada, Quintanilla de la Berzosa, Cenera de Zalima y Villanueva del Río Pisuerga. Como veremos, sus cuatro respectivas iglesias románicas corrieron distintas suertes...

De Cenera de Zalima apenas podemos ver, en épocas de estiaje, las lacrimosas ruinas de su templo emergiendo de las aguas. Sabemos que antes de la construcción del embalse, en 1963, se conservaba aún de la primitiva fábrica la espadaña y un no desdeñable conjunto de canecillos de proa de nave. Hoy en día, y totalmente fuera de su contexto original, podemos aún contemplar la original portada, muy relacionada con el grupo escultórico de Sta. María de Mave y S. Andrés de Aguilar. Para aquellos curiosos que tengan interés, se halla empotrada en el interior del castillo de Monzón de Campos.

Algo más afortunadas fueron las parroquiales de Frontada y Quintanilla de la Berzosa. A la primera de ellas se accede por una pista forestal en un aceptable estado. Tras varios kilómetros, y cuando parece que nuestro destino es el fondo del pantano, aparece a pocos metros de la orilla la antigua iglesia de S. Andrés de Frontada, levantada en 1143. Tras un reciente lavado de cara, muestra al visitante su sencilla portada, su cabecera cuadrada con un vano flanqueado por capiteles de entrelazos y, finalmente, su interesante colección de toscos canecillos con representaciones geométricas, monstruosas, zoomorfas y eróticas. A pocos metros se hallaba lo que Miguel Ángel García Guinea denominó el "Granero románico de Frontada" (para más información, GARCÍA GUINEA, M.A., El Arte Románico en Palencia, Palencia, Ed. Diputación Provincial de Palencia, 1997, pp. 112-114).

Vano del ábside de la iglesia de S. Andrés, Frontada (Palencia)

Por su parte, la iglesia de S. Martín de Quintanilla de la Berzosa, alejada unos centenares de metros del pueblo sumergido, se alza en lo alto de una loma. Allí, entre pastos y vacas, podemos contemplar la estampa de una parroquia que a simple vista parece indudablemente gótica. Sin embargo, cuenta con una serie de "aderezos" que no son sino la demostración de la pervivencia de elementos románicos bien entrado el S. XIII: por ejemplo, canecillos, impostas y capiteles historiados.

Iglesia de S. Martín, Quintanilla de la Berzosa (Palencia)

Un caso totalmente distinto fue el de Villanueva del Río Pisuerga. Unos metros más allá del puente medieval que quedó condenado al naufragio en 1963 se encontraba la magnífica iglesia del municipio. El bello templo románico, ante lo que podría haber sido su inminente desaparición bajo las aguas del pantano, fue trasladado a la capital palentina para ser la "atracción" del parque conocido como la Huerta de Guadián. Hoy en día no podemos negar que, pese a haber quedado ciertamente engullido por el paisaje urbano, tanto su interior como su exterior siguen guardando unas magníficas proporciones, y sus motivos ornamentales, tal vez por su perfecta sencillez, mantienen vivo su majestuoso medievalismo.

Detalle de la arquería ciega del muro norte, antigua iglesia de S. Juan Bautista,
Villanueva del Río Pisuerga (Palencia), trasladada al parque de la Huerta de Guadián (Palencia)

Casos y más casos. En futuras entregas, no dejaré de dar testimonio de otras pequeñas aldeas que, ahogadas cual Valverde de Lucerna unamuniano, guardan aún el tañido de sus románicas campanas bajo las profundas y azuladas aguas.

viernes, 11 de julio de 2008

Románico lombardo en Castilla

En el siglo X llegan a la Península Ibérica los primeros ejemplos de lo que a la postre se ha dado en llamar "Primer románico" o "Románico lombardo". Como el propio término ya nos indica, esos templos de nueva planta van a reproducir las formas que, paralelamente, se estaban ensayando en el norte de la actual Italia, zona que comprendía los antiguos territorios ocupados por el pueblo longobardo.

Así pues, y a partir del modelo paradigmático de San Pietro de Agliate, erigida en torno al año 875, se dispara la construcción de iglesias cristianas en la Lombardía italiana, extendiéndose hacia el sur del reino de los francos y a la Marca Hispánica, lugar en donde el fenómeno alcanzará su punto álgido. De hecho, el conjunto de las iglesias de este incipiente románico situadas en el Valle del Boi son, desde el año 2000, Patrimonio de la Humanidad.

Pero, como el título de la entrada parece presagiar, mi intención no es hablar de la norma; esto, es, de esos magníficos ejemplos del hoy llamado románico catalán y aragonés. Al contrario, voy a hablar de las excepciones. Y es que en medio de la nada, en plena llanura de la Castilla más seca, podemos encontrar ejemplos que beben directamente de ese románico lombardo oriundo del noreste peninsular.

Ábside de la ermita de S. Pelayo, Perazancas de Ojeda (Palencia)

A bote pronto nos puede venir a la memoria el que quizá es reconocido como paradigma del lombardismo castellano: el templo de Ntra. Sra. de la Anunciada de Urueña, en Valladolid, datada en los años finales del s. XI o en los primeros del XII. En ella se aprecian algunas de las aportaciones que fácilmente relacionamos con ese primer románico. En primer lugar, la profusión de arquerías ciegas y lesenas en los paramentos externos del templo como elementos claramente ornamentales. Por otro lado, el empleo como material constructivo del sillarejo.

De construcción casi paralela es la ermita palentina de S. Pelayo, en el término municipal de Perazancas de Ojeda. Una inscripción parece datarla en torno al año 1076, lo que probablemente la convertiría en el más antiguo de los dispersos ejemplos del románico lombardo en tierras de Castilla. Como todos los casos que trataré a partir de ahora, el interés principal reside en el ábside del conjunto, en el que se puede apreciar, bajo la línea de ajedrezado y la de estrías, una cornisa de arcaicos arquillos ciegos y adovelados y, dividiendo la cabecera en cinco paños, una serie de columnas.

Ábside de la iglesia de la Asunción de Ntra. Sra., Pinillos de Esgueva, (Burgos)

Ábside de la ermita de la Virgen de S. Salvador, Santibáñez de Esgueva, (Burgos)

Existen otros ejemplos de claro gusto lombardo, aunque ya ciertamente anacrónicos por la cronología a la que se adscriben (s. XII, en algunos casos bien avanzado). A continuación traeré a colación dos parejas de ejemplos. La primera de ellas la hallamos en Burgos, y más concretamente en dos poblaciones vecinas: Santibáñez de Esgueva (ermita de la Virgen de S. Salvador) y Pinillos de Esgueva (iglesia de la Asunción). Ambas parecen proceder de las mismas manos, pues comparten el esquema de arquillos ciegos alternativamente sobre ménsulas o columnas con capiteles predominantemente vegetales (las excepciones son la nereida de cola bífida de Santibáñez y el capitel de cestería de Pinillos).

Ábside de la iglesia de de S. Miguel, Caltojar (Soria)

Ábside de la iglesia de de S. Miguel, Bordecorex (Soria)

La otra pareja de la que hablaba es la que establecen las también vecinas Bordecorex y Caltojar, ambas en la pronvicia de Soria y fechables con toda probabilidad en el primer tercio del s. XIII. Al igual que sucede en el anterior binomio, en este caso existen similitudes suficientes como para adscribirlas a una misma autoría. Los baquetones que separan el ábside en distintos paños son ahora más gruesos, e incluso triples en el caso de Caltojar. Por su parte, aumenta el ritmo de los medios puntos de la arquería ciega, haciéndose más acusado su relieve claroscurista. Como colofón, dicha arquería apoya directamente un repetitivo conjunto de ménsulas de modillones (con doble cornisa en Caltojar).

¿Se os ocurre algún caso más para añadir a la lista? ¡Dejo la línea abierta!

viernes, 4 de julio de 2008

El sueño de Cristina

Si existe un conjunto de arquitectura popular castellana que brille por su homogeneidad y belleza singular, ese es sin duda el caso de Covarrubias. Esta villa burgalesa cuenta además con la declaración de Conjunto Histórico Nacional desde 1965. A continuación pretendo regalaros algunas imágenes de los escasos vestigios que aún se pueden apreciar de su original iglesia románica, hoy reconvertida en gótica colegiata. Pese a ello, tomaré como referencia para este breve artículo una triste historia cuyo eco aún resuena en los vetustos muros del templo...

Sepulcro de Cristina de Noruega, claustro de la colegiata de S. Cosme y Damián,
Covarrubias (Burgos)

Allí, en medio de la brillante tierra del Cid, a orillas de jacobea la Ruta de la Lana y a la sombra del pétreo claustro de la colegiata de S. Cosme y Damián, dormitan eternamente los restos de una joven princesa noruega; nada más y nada menos que la esposa de Felipe de Castilla, hermano del rey Alfonso X. Fue casada como buena princesa de la época; de acuerdo con los deseos de su padre Haakon IV y de su cuñado, el sabio monarca. El fin: acercar las gélidas tierras noruegas a la resplandeciente Europa que, por su parte, aguardaba con sus brazos abiertos.

Vano interior de la colegiata de S. Cosme y Damián, Covarrubias (Burgos)

Así, como amapola entre la nieve, la joven de 23 años abandonó su mundo a bordo de una nave vikinga cargada de riquezas y nobilísimas personas. Se iba para no volver; para entrar a formar parte de una realidad totalmente diferente y que, a la postre, cavaría su propia tumba. Allí le aguardaba el infante (o quizá en un principio el mismísimo Alfonso X). Finalmente, ambos contrajeron matrimonio en Valladolid en 1258, pero, terrible error, decidieron instalarse definitivamente en Sevilla.

Pila bautismal de la colegiata de S. Cosme y Damián, Covarrubias (Burgos)

Allí el sueño de Cristina se fue marchitando. ¿Fue quizá el amor imposible que mutuamente sentían ella y Alfonso? ¿Fue quizá el sol sevillano que, impío, amarilleó su piel igual que amarillea los frágiles mantos verdes de la taiga noruega? Algunos dicen, y quizá no les falte razón, que fue la princesa que murió de pena, apenas cuatro años después de alcanzar puerto castellano. Desde entonces (1262) y por deseo expreso de su esposo, que años antes había sido abad de la colegiata, sus restos reposan en el flamante sepulcro románico que, bajo las banderas entrelazadas de España y Noruega, se exhibe en el claustro de S. Cosme y Damián.

Restos conservados en el claustro de la colegiata de S. Cosme y Damián,
Covarrubias (Burgos)


Eso sí, Felipe nunca pudo llegar a cumplir su promesa de erigir una gran capilla en la localidad burgalesa que sirviera a modo de panteón para su amada. Hoy, pasados ocho siglos, parece que esa antiquísima promesa puede llegar a convertirse en realidad con la construcción de lo que será la iglesia de S. Olav, patrono de Noruega. ¿Quizá así la triste princesa de rubia melena y zarcos ojos podrá descansar por fin en paz en su tan infausto exilio?

lunes, 30 de junio de 2008

Donde habite el olvido

En el corazón de la Alcarria, donde la herida de la despoblación no cesa de manar sangre, la inminente muerte no es un mal que desconozcan los pocos lugareños que aún se atreven a permanecer firmes bajo los rigores del duro invierno. Y es que hace más de seiscientos años que el silencio mortal de la peste calló la boca de dos despoblados de los que hoy, a duras penas, se distinguen vestigios esparcidos por el suelo del término municipal de Berninches.

El primero de ellos, La Golosa, queda justo en el margen izquierdo de la carretera que une Guadalajara con Sacedón, pocos kilómetros antes de llegar a la localidad de Alhóndiga. Curiosamente, y tal vez por hacer más inexpugnables sus pocas ruinas, no se puede acceder desde este lugar. El único modo de llegar es tomando el pequeño carril que conduce a Berninches, desviándose unos metros antes del pueblo a la derecha, y esquivando los infinitos campos de cereal durante varios minutos (que parecen horas). La aventura merece la pena. Merece la pena al menos para los que, como yo, gustamos de llorar física o metafísicamente junto a las ruinas.

Restos del acceso al presbiterio de la iglesia de Sta. María,
despoblado de La Golosa, Berninches (Guadalajara)


Haciendo un poco de historia, en las propias Relaciones topográficas de Felipe II, disponibles on-line en varios sitios web, se nos menciona la siguiente información:

Que el sitio en donde estaba el pueblo de la golosa quando se despobló, está en alto llano, que le combate el solano; quando se despobló se anexó á esta Villa con licencia del maestre de Calatrava que era suyo, y se despobló por peste, que no quedaron si quatro vecinos. Despoblóse el año de mil y trezientos y noventa y un años, como paresce por las escripturas de la anexacion á que se refirieron, que están en el archivo del concejo de esta dicha Villa.

Poco más se podría contar de ese pobre amasijo de ruinas si no fuera porque la descarnada iglesia románica de Santa María, reutilizada durante siglos como ermita, aún muestra al atrevido visitante sus fantasmagóricos muros. Desgraciadamente la pequeña iglesia ha sido víctima de un brutal expolio en las últimas décadas, habiendo desaparecido la espadaña, el ábside y prácticamente la totalidad de su portada. Según cuentan los vecinos, todo ese material sirvió a modo de cantera para la contrucción de edificaciones en los pueblos cercanos. Debido a ello, hoy podemos admirar a duras penas los descarnados muros, parte de las arquivoltas del acceso y, en el interior, los arranques de los fustes del arco que daba acceso al presbiterio (más tarde tapiado).

Ermita de Ntra. Sra. del Collado, antigua iglesia del despoblado de El Collado,
Berninches (Guadalajara)

El segundo de los despoblados, de nombre El Collado, se sitúa uno o dos kilómetros más allá de La Golosa, en este caso a la derecha de la misma carretera antes mencionada. Ciertamente ha tenido algo más de suerte, pues su iglesia, también reconvertida en la ermita de Ntra. Sra. del Collado, aún es punto de encuentro para los participantes en una romería anual. De la primitiva fábrica románica, muy modificada, podemos distinguir aún el hemiciclo absidial, dos mínimos accesos apuntados, otro par de troneras con una tosca chambrana y una buena colección de anicónicos canecillos.

Ermita de Ntra. Sra. del Collado, antigua iglesia del despoblado de El Collado,
Berninches (Guadalajara)

Existen otros casos conocidos en la zona, como es el de Valdelloso, entre Córcoles y Casasana, pero la destrucción de su antiguo templo ya se ha completado, por lo que no podría más que brindaros fotos de sus cimientos. Pese a ello, hoy prefiero mantener la dignidad de una antigua aldea que, como La Golosa, El Collado y otros cientos de ellas, fueron construidas con sudor y sangre para ser apuñaladas siglos después por la espalda. Nada mejor que dejar el cierre en boca de la inigualable y malograda cantautora Cecilia:

Restos de la iglesia de Sta. María, despoblado de La Golosa, Berninches (Guadalajara)

Esta tierra la hicieron a golpes de martillo
y abrieron sus entrañas con pala y pico;
para arrancarle el trigo nuevo en otoño,
para beber su vino viejo a sorbos.
Y yo, que no tengo patria ni bandera,
me moriré de pena si muere esta tierra.


sábado, 28 de junio de 2008

Y se hizo la luz

Jodra del Pinar es una pequeña aldea que apenas supera los diez habitantes perpetuos. Se llega a ella por un sinuoso carril, estrecho, serpenteante y con billete de ida y vuelta. Antaño, cuando el carril era camino, y éste era tanto o más estrecho y serpenteante que la actual capa de asfalto viejo, el viajero podía admirar un pequeño puentecillo medieval que salvaba el arroyo. Hoy de él no queda ni rastro. La carretera, sí, la carretera.

En cualquier caso, y tras dejar caer unas lágrimas en honor al medio punto desaparecido, nos recibe en Jodra la peculiar iglesia de San Juan Degollado. Ahora bien, entre mi primera visita, realizada en mis años de infancia, y la última, ya en mis años de joven universitario, me aguardaba una inesperada sorpresa. En este caso, no puedo evitar escribir esta entrada a modo de breve crónica personal.

Año 1992. Recuerdos vagos de infancia. Un hombre enamorado del arte: mi padre. Con él, un niño que flirteaba con el románico: yo. Ambos juntos, en busca de hacer palpable lo admirado únicamente en fotografías. He de admitir que flojea mi memoria... Un pórtico tapiado para evitar la nieve y el frío invernal lo ocultaba todo. Metros de maleza. Y una de las dos campanas se acababa de caer el día antes...

Iglesia de S. Juan Degollado antes de la restauración, Jodra del Pinar (Guadalajara)

Año 2007. Antes de llegar volví a sentir el escalofrío por el puente que ya no estaba, y por el miedo a que lo que aún pude ver de niño ahora hubiese quedado reducido a ruinas. Pero, sorprendentemente, la misma campana que vi desplomada estaba de nuevo en el vano izquierdo de la espadaña. La maleza ya no estaba. Y de pronto, sentí que la iglesia de Jodra me miraba frente a frente por primera vez, pues la descarnada mampostería que cubría los vanos del pórtico había desaparecido para siempre.

Pórtico de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)


Paré frente a la iglesia. Con mis ojos ya adultos pude observar las seis parejas de toscos capiteles vegetales, algunos de ellos fácilmente vinculables a los del pórtico de la vecina iglesia de Sauca, y los doce fustes resucitados a la luz junto con sus doce correspondientes basas. Mientras, y ante tanta materia que sumaba seis, o tal vez doce, mi mente también adulta, no dejaba de reflexionar paralelamente sobre el mismísimo simbolismo de lo impar, y en concreto, del número cinco. La suma, el símbolo, la cifra... Eran otros ojos, los suyos y los míos, pero la esencia estaba ahí mismo, en ella y en mí.

Portada de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)


Y detrás del sencillo pórtico rematado por una cornisa de canecillos de proa de nave aparecía un nuevo elemento, antes oculto: la portada, de extrema sencillez, pero capaz de dar paso de lo humano a lo divino tras sus ¡seis! capiteles lisos, únicamente decorados con una pequeña bola cada uno. Seis. La cifra, el número...

Pareja de capiteles del pórtico de la iglesia de S. Juan Degollado tras la restauración,
Jodra del Pinar (Guadalajara)

La puerta estaba cerrada, y en el pueblo no había nadie para poder abrirme en ese momento. Por ello volví de nuevo al interior del pórtico para, descansado, poder observar de nuevo la luminosa galería esta vez desde dentro. Pero... ¡maldición! ¡Faltaba un fuste interior! Donde había doce, ahora había once. De nuevo el símbolo, la cifra, lo impar...

viernes, 27 de junio de 2008

Cuencas de futura mirada

Quedan aún, dispersas por la geografía española, un no desdeñable número de espadañas románicas. De todos modos, es ciertamente el elemento del templo que resulta más difícil de datar debido, primeramente, a que la importancia del campanario en el cristianismo ha tenido como consecuencia numerosas reformas, destrucciones y reedificaciones de los mismos para su correcta adecuación a las necesidades existentes, y, por otro lado, a la ausencia cualquier elemento notorio o figuración esculpida en la mayoría de los ejemplares conservados. Es por ello que me propongo a continuación dar un pequeño paseo por esas peculiares espadañas (las torres las dejaré para futuro comentario) sitas en el entorno rural, y que han sobrevivido hasta nuestros días con sus flamantes fustes y capiteles, como si de enormes cuencas oculares dirigidas al cielo se tratasen.

Espadaña de la iglesia de S. Pedro ad Vinculam, S. Felices de Castillería (Palencia)

En esta ocasión, he elegido como ámbito geográfico la mitad norte de la provincia de Palencia. Durante un viaje por aquellas tierras hace ya dos años pude contemplar alguno de estos casos en espadañas como la de Brañosera, Revilla de Santullán o en el sorprendente ejemplar de la bellísima aldea de San Felices de Castillería, enclavada en un entorno natural inigualable. Allí, sobre un pequeño cerrillo, se alza majestuosa la parroquia de San Pedro ad Vinculam. Concretamente en el tercer cuerpo de la espadaña podemos admirar una pareja de vanos doblados, ligeramente apuntados y flanqueados por estilizados fustes y capiteles. Todo el conjunto se encuentra protegido por una doble chambrana nacelada que realza su belleza.

Cuerpo inferior de la espadaña de la iglesia de S. Salvador,
S. Salvador de Cantamuda (Palencia)

Mucho más sobresalientes, en cuanto a decoración escultórica se refiere, son los dos últimos casos que voy a citar: San Salvador de Cantamuda y la agonizante iglesia del Barrio de Sta. María, en Becerril del Carpio.

Espadaña de la iglesia de Sta. María, Becerril del Carpio - Barrio de Sta. María (Palencia)

La primera de las iglesias, la de San Salvador, sorprende gratamente al visitante. Cerca del nacimiento del río Pisuerga se yergue este edificio, de gran unidad arquitectónica y de armónica proporción. Su inigualable espadaña se remata por dos cuerpos que repiten idéntica composición: dos vanos de medio punto, con guardapolvos moldurados, y que apoyan directamente sobre capiteles de entrelazos y vegetales.

Capiteles de la espadaña de la iglesia de Sta. María,
Becerril del Carpio - Barrio de Sta. María (Palencia)


Por otro lado, y quizá más sorprendente por sus capiteles figurados, encontramos el caso la iglesia de Santa María de Becerril del Carpio. En ella, y adosada al ángulo sureste de la cabecera, se alza la bella espadaña rematada a piñón. Los vanos se adornan, tanto en el interior como en su exterior, con cimacios y capiteles de gran variedad temática: molinillos de vástagos helicoidales, hojas de acanto, máscaras que vomitan tallos, centauros y leones son algunos de los principales protagonistas de dicha escenografía. Cabe reseñar también que las dovelas de dichos vanos se decoran con una alternancia bicromática ya ensayada en Sta. María de Mave (Palencia) o, por ampliar y alejar nuestro espectro espacio-temporal, en el interior de Sta. María Magdalena de Vézelay o en la propia mezquita cordobesa.