viernes, 29 de agosto de 2008

Por el puente de Aranda

Tras dos intensas semanas perdido por las inmensas tierras segovianas, y una vez saciados todos los sentidos, vuelvo a la cruda realidad. Pese a ello, mi espíritu rebelde es el que me hace romper todo ápice de rutina con pasatiempos como el presente, esto es, escribir en mi blog. Quizá por ello, por ser precisamente un modo de pasar el tiempo, no tengo ni por asomo la constancia o la calidad que sí tienen otros espacios cibernéticos. En cualquier caso espero "entreteneros" un rato con las breves líneas que presento a continuación.

Tratándose de unas vacaciones segovianas, ni que decir tiene que pasaré una temporada "braseando" al personal con las maravillas de dicha provincia. Y es que ante experiencias tan deslumbrantes quizá me saldría más a cuenta mostrar una retahíla de imágenes y dejarme de tantas retóricas. Pese a ello, soy de los que aún sobrevaloran a la palabra, tan denostada desde que se generalizó el mito de su supuesta derrota por goleada frente a la imagen. Por llegar a un ten con ten y que ninguno de los contendientes se sienta ofendido, alternaré ambos medios; verbal y visual, visual y verbal.

Iglesia de S. Miguel, Sotosalbos (Segovia)

Pero antes de continuar quiero comentaros que para mostraros mis experiencias segovianas pretendo usar un modelo totalmente novedoso en mi blog: las entregas, tan de moda, pero en este caso gratuitas y sin complicados montajes o libros de instrucciones. Veremos cómo funciona el experimento.

Para este primer “fascículo online” he decidido poner algo de música al viaje, y qué mejor banda sonora que aquella célebre jota cuyo estribillo dice “Por el puente de Aranda se tiró, se tiró, / se tiró el tío Juanillo, pero no se mató…”. Se me podrá objetar que esa “Aranda” es sin duda Aranda de Duero (Burgos), pero el “puente” y la jota son de Sotosalbos (Segovia), y todo amante del románico sabe que dicha localidad destaca, aparte de por sus jotas y puentes, por su magnífica parroquia. Quizá lo más sobresaliente de toda su obra sea su pórtico, en el que petrificantes seres y pétreos músicos nos observan con un eterno interrogante: ¿quién sabe qué tradicionales acordes callará su sonoro silencio?

“Esta es la jota que canta
el pueblo de Sotosalbos;
esta es la jota que canta.
No la canta con más gracia
porque tiene ochenta años.
Porque tiene ochenta años,
esta es la jota que canta”.

Dos detalles del friso de canecillos y metopas del pórtico, iglesia de S. Miguel, Sotosalbos (Segovia)

Canecillo a canecillo, metopa a metopa y capitel a capitel, la magna obra de Sotosalbos no es sino un esculpido reflejo de una sociedad, de sus gentes y sus quehaceres, sus miedos y sus vicios, sus realidades y sus quimeras. Todo un ciclo vital, el juego de la vida presentado a través de peculiares metáforas o imágenes explícitas. Quizá, por qué no, deberíamos sentarnos ante estos verdaderos testimonios del pasado narrados en primera persona y enseñar a las próximas generaciones, a las que dejaremos paso, que hay vida más allá de las aulas y de las listas interminables e inconexas de términos y fechas, y que los mejores manuales de Historia a veces están en los lugares más insospechados.

Lucha entre aves y serpientes en un capitel del pórtico,
iglesia de S. Miguel, Sotosalbos (Segovia)

“Ay, la que echan en Sotosalbos.
Y allá va la despedida,
ay, la que echan en Sotosalbos.
Y a vivir que son dos días,
y a los cien años tos calvos.
Y a los cien años tos calvos,
ay, y allá va la despedida”.